Friday, May 12, 2006

Sonia Concha La madre que aún quiere al Ejército
Cuando Cristián Mendoza salió de cuarto medio, en diciembre de 2004, apenas tuvo un descanso antes de entrar al regimiento. "Fue a Santiago a ver a su polola y volvió a arreglar sus cosas. El 4 de abril ingresaba al Regimiento n°17 de Los Ángeles, donde había sido aceptado en la Compañía de Andinos. Su idea era pasar de ahí a la Escuela de Carabineros. Yo quería que estudiara algo, pero él estaba tan convencido que terminé convenciéndome yo también", recuerda Sonia.Dentro del regimiento pasó su cumpleaños número 19. Lo celebraron el 1 de mayo, cuando tuvo un par de días para visitar a su familia. "Yo estaba recién operada de las caderas, pero él me dijo mamá, no se preocupe. Yo me lavo mi ropa y arreglo mis cosas... Lo único que me pidió fue que le reforzara su mochila, porque vamos a subir a la cordillera, donde las papas queman. Pero no le dé miedo, mamá. A mí no me va a pasar nada. Y si me pasa, por último me voy a morir en lo que me gusta, me dijo".De todas maneras quedó preocupada. La mañana del 18 de mayo amaneció especialmente inquieta. "Cuando me levanté, sentí una opresión, un sentimiento extraño. Le dije a mi marido, ¿cómo estará mi negrito? Y él me contestó de qué te preocupas... ¡capaz que estén perdidos en la nieve! Esa tarde llegó el padrino del niño y me dijo: Comadre, ¿escuchó las noticias? Hubo un accidente con los militares. Parece que me hubieran zamarreado. Llamé al regimiento y me dijeron que los Andinos estaban todos bien, pero yo tenía un presentimiento de que no era así".Sonia y su marido, que viven en el campo, viajaron de inmediato al gimnasio del regimiento en Los Ángeles, donde estaban los familiares de los demás conscriptos a la espera de noticias sobre sus hijos. "Estuvimos la noche del miércoles 18 y todo el jueves 19. Llegar al gimnasio fue terrible. ¡Había una desesperación tan grande! Yo no perdí el control en ningún momento, traté de vivir mi dolor para adentro. Cuando nos llevaron al casino de los soldados a una reunión con el general Cheyre, supe que mi hijo estaba muerto. Ese mismo día, en la noche, nos llamaron para reconocer el cuerpo. Su carita no era de dolor, sino de descanso. Lo abracé y le di un beso. Era lo que me faltaba para convencerme de que estaba muerto".La madre pidió hablar con el cabo instructor de su hijo, "quien había estado con Cristián hasta el último minuto. Me dijo que el niño comenzó a ponerse mal cuando vio que sus compañeros se estaban empezando a morir. El cabo le dio fuerzas para que siguiera adelante, pero cuando lo vio sin fuerzas lo metió dentro de un saco y lo acurrucó a un costado del camino. Ya no se podía hacer nada más".Al igual que las otras víctimas, Cristián tuvo un multitudinario funeral. Y Sonia, al igual que las otras madres, al volver a su casa también sintió el inconmesurable vacío que había dejado su hijo. "Lo único que quería era volver a darle la vida. Yo perdí a mi mamá, a mi papá, pero perder a un hijo... Siempre me acuerdo de mi mamá que me decía: Sonia, los hijos son prestados, uno tiene que cuidarlos, quererlos y educarlos, pero cuando Dios se los quiere llevar se los lleva no más, no nos pide permiso".Sonia no quiso, y todavía no quiere ir a conversar con los sicólogos que dispuso el regimiento para las madres. "Para qué. Cuando uno tiene una herida y está cicatrizando allá vuelven a abrírsela. Yo quiero que mi herida vaya cicatrizando, y lo único que le pido a Dios es que sea sin odio hacia nadie. Como tiene que ser. Si pudiera hablar con el mayor Cereceda, lo abrazaría y lloraría con él. Lamentablemente a él le tocó cargar la cruz".En todo este tiempo no se ha permitido a sí misma caer en la depresión. "He comenzado a vivir la vida como era mi hijo: alegre, positivo. Aprendí a escribirle cartas, que después quemo; eso me ayuda mucho. Creo también en los sueños. He soñado con mi hijo que me dice: Mamita, quédese tranquila porque yo estoy bien".Está agradecida del Ejército, "ya que se han portado muy bien conmigo. Me han ayudado, orientado". Y aunque hubiera querido albergar resentimientos hacia la institución, el destino no se lo ha permitido. Su hija Carolina, la menor, optó por ingresar al servicio militar este año, para terminar lo que su hermano no pudo. "Cuando mi niñita entró al regimiento y me tocó asistir a la entrega de armas retrocedí en el tiempo lo que me había tocado vivir con Cristián. Me imaginé que él estaba presente. Siempre que voy al regimiento me imagino que me lo voy a encontrar".Pese a que en un principio la decisión de su hija la asustó un poco, Sonia reconoce que en este mes que Carolina lleva en el Ejército ha logrado llegar a dormir relajada en la noche. "Claro que cuando llueve me da susto. Entonces llamo al regimiento y no me quedo tranquila hasta que escucho la voz de mi niña".